Délibáb

Conventillos sin nombres, caminos para irse, orilleros esos que conocen bien el olor de los bajofondos de los barcos, arrabales con realismo de memorias de vagabundos, poetas, payadores, prostitutas, estafadores, titiriteros, sacerdotes con crucifijo de oro, negociantes y pequeños burgueses. Es el barrio de los acentos extraños y porque no también el de los sueños donde un humilde pibe se convierte en el ser más aclamado del país, el barrio de “La Boca” la ciudad que siempre espera. 

Es de noche y hace frío, mi ómnibus se detiene en frente de un bar de muros fileteados, casi imaginario en el que me refugio. En la entrada periódicos de décadas pasadas, vinos sin nombres, ceniceros tiznados. El sonido de la armónica transforma un viejo  tango en blues, susurran en vivo "Nocturno a mi barrio." Sobre el escenario luces  que se entremezclan con humo creando un extraño túnel, espejismos de senderos en el mar con parada en el río del olvido donde todo es más bonito y real.

Retratos nómadas.

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