Ismael Gozalo anuncia en la contraetiqueta de sus vinos que es viñador en Nieva. Me gusta la palabra viñador, en los Andes
mendocinos se llaman viñateros y son gente de rostro curtido por el sol y el
frío, de manos agrietadas, las uñas negras, sus botas con rastro de tierra y de
trato al hablar antiguo, tienen muy poco pero ofrecen mucho.
Ismael, un incomprendido por la
administración, amante de la imperfección, cultivador de vinos ausentes,
demuestra que la uva Verdejo, no es aburrida y tiene diferentes caras. Sus vinos con crianza adversa, los cincuenta días de
vendimia,
las damajuanas al sol para crear el ancestral vino dorado, lo hacen
raro en una región de identidad ambigua que no tiene nada de similitud con su
espera y búsqueda qué no es otra que
hacer vinos naturales como lo hacía su abuelo.
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